Octavo Mundo: revista variaté online

En 1898 el gran escritor Herbert George Wells, público a mi juicio una de las obras más alucinantes de la literatura mundial, La Guerra de los Mundos. Al igual que Verne, el escritor fue capaz de traspasar la barrera del tiempo y de la imaginación, rompiendo con todos cánones establecidos por los "grandes teóricos" de la época dando paso a una nueva forma de entender las letras impresas.
Justo cuando se venía el cambio de siglo, los humanos se encontraban en una situación de plácida normalidad, la explotación burguesa industrial frente al empobrecido y maltratado proletariado estaba en su más cruda expresión, las grandes naciones se planteaban en la necesidad de extender sus territorios coloniales en Asia y África, los descubrimientos tecnológicos eran pan de cada día; en fin una época donde el precio por el progreso era saldado por cualquier medio que lo permitiere.
Era un mundo arrogante cuya prosperidad no podía ser transgredida, sin embargo no contaron con la mente de Wells, quien observando detalladamente el gran costo de estos avances puso en jaque al planeta tierra y a todos sus habitantes.
Muchas personas cayeron fulminantemente ante la invasión de seres infinitamente superiores a nosotros, quienes con poderosas armas aniquilaron estados completos, destruyendo todo lo que a su paso se encontrase sin distinción alguna. Por primera vez en su historia el hombre comprendió su naturaleza frágil y disminuida frente a una raza cuyo poder tecnológico y armamentístico era ilimitadamente superior a las propias. Por primera vez el poderoso comprendió que su posición en este mundo no posee más merito de aquel que obtiene el poder por la prepotencia del capital y que ese poder es tan frágil de aniquilar que se transforma en un dulce para niños.
Si bien la raza humana fue salvada, los grandes reinos se volvieron a construir mediante el uso de la fuerza y de la explotación al prójimo, sin embargo, en los cimientos de estas grandes fortalezas que albergan el poder, aún quedan células vivas de los antiguo invasores, esperando el día y la hora para derrumbar, y para siempre, el actual mundo.


wena ignacio felini rufini tufini aniti powerini y su traserini y el tiritini de la muirtini  


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